Aún con resaca emocional después del increíble fin de semana vivido en mi primer FCL Festival 💥
Competir es algo que siempre me remueve por dentro. Los días previos ya empiezas con esos nervios que no te dejan pensar en otra cosa, repasas mentalmente cada movimiento, cada posible estrategia, y aun así sabes que en el momento todo puede cambiar. Luego llega la hora del WOD y todo se convierte en una montaña rusa: la adrenalina, la tensión, el sufrimiento compartido con los amigos y esa sensación de estar empujando tu cuerpo y tu mente al límite.
Es algo muy difícil de explicar con palabras, pero cualquiera que lo haya vivido sabe de qué hablo.
Por supuesto, no todo salió perfecto. En uno de los WODs pinché de forma épica 😅 Y la verdad, fue un golpe de realidad: no estaba lo suficientemente entrenado, algo que ya sabía. Estoy convencido de que, con un poco más de preparación, lo habría sacado adelante. El esfuerzo lo habría sentido igual, porque así son las competiciones, pero con más constancia en los entrenos habría marcado la diferencia. Al final, es el mismo problema de siempre, y ya lo conté en el post anterior.
Lo bueno es que de cada experiencia te llevas un aprendizaje. Y esta vez, además de los recuerdos y la satisfacción de haber estado ahí, me llevo la motivación de querer entrenar con más constancia. Estos últimos días he podido encadenar varias sesiones seguidas y estoy empezando a sentir de nuevo esa chispa que tanto echaba de menos. Mi objetivo ahora es mantener esta dinámica y llegar con mejores sensaciones a mi próxima cita: el Costa Daurada Fitness Challenge en abril 🔥
Si algo me ha quedado claro es que quiero seguir compitiendo, no solo por el reto físico, sino por todo lo que se vive alrededor: la comunidad, la superación personal y esa energía que solo se respira en un evento así.